La sombra del cambio climático y sus efectos sobre la humanidad, muchos de ellos ya visibles, están reorientando la percepción que los consumidores tienen sobre los productos y marcas que consumen. Casi el 80% de ellos a nivel global prefieren empresas comprometidas con su entorno, según datos de este año del Instituto de Investigación de la consultora Cap Gemini.

El nuevo perfil de consumidor empoderado, con acceso a mayor información y oferta, comienza a orientar sus acciones de compra teniendo en cuenta no sólo los tradicionales valores de calidad o precio. “No busca sólo marcas relevantes, sino también trascendentes, capaces de generar un impacto social y ambiental positivo”, recoge la III edición del Estudio Marca con Valores, publicado en 2020.

El Covid-19 ha acrecentado esta tendencia. Hoy el 70% de la población mundial se declara concienciada del impacto de la actividad humana sobre el planeta, según el Foro Económico Mundial. La reciente celebración de la Cumbre del Clima de Glasgow, con varios principios de acuerdo entre gobiernos sobre la mesa, refleja una preocupación que tendrá impacto sobre las regulaciones de los mercados y sus actores.

El sector de los seguros no es ajeno a ellos, y sufre además otras de las consecuencias de los cambios en nuestro planeta. Por citar un ejemplo, la frecuencia y la severidad creciente de las catástrofes naturales aumenta de forma notable los riesgos sobre los bienes protegidos por las aseguradoras, lo que en el corto plazo conducirá a una inevitable alza en el coste de las coberturas y de la suscripción de las pólizas.

Sin ir más lejos, la borrasca Filomena de comienzos de este año ha llevado a las aseguradoras a abonar 230 millones de euros en daños causados sólo a inmuebles y vehículos.